Ya es septiembre. Una vez más me encuentro aquí, sola en la vigilia de la penumbra. Malditas noches calurosas de Madrid, la jungla de nadie. Me sorprendo
acariciando la silla que sostiene el ventilador frente a mi cama, deslizando mi
dedo pulgar sobre su acero. Como si fuera ella.
Lo que tengo son jirones de mantas sofocantes, que remueven una y otra vez pensamientos cíclicos, y me pierden en su laberinto. Luz ocre arrojando sombras sobre el gotelé de una habitación lejos de mi verdadera casa. Lo que quiero, por una vez, es lo que necesito. Yo, que parezco de mármol, grito que necesito amor. Maldita debilidad. Y para mí el amor es sobre
todo comprensión. Una vez más, no, no será este el texto que sorprenda hablando de otra cosa.
Díganme, en este nuevo mundo tan maravilloso, con su dudosa calidad de vida, su asfalto, sus miles de escaparates de colores, sus relaciones sociales huecas, sus infectos habitantes, la hipocresía de toda la mierda que quieren que sea, la lealtad hecha caricatura, díganme, si hay alguien dispuesto a escucharme, a comprenderme esta noche para que espante a los fantasmas que nacen de la tensión con la que vivo por sentirme fuera de lugar. Quién se enamoraría de la cicatriz, quién besaría la lágrima. Quién estaría dispuesto a abrazarme al final de cada día, a curarme de este mundo al que nunca me he adaptado. Sin que nada se confunda. Sin ir más allá, ni firmar ningún contrato corporal más que el que dicten mis heridas. Quién. A amarme y que yo le ame, le comprenda, le cure. Quién, mil noches seguidas.
Díganme, en este nuevo mundo tan maravilloso, con su dudosa calidad de vida, su asfalto, sus miles de escaparates de colores, sus relaciones sociales huecas, sus infectos habitantes, la hipocresía de toda la mierda que quieren que sea, la lealtad hecha caricatura, díganme, si hay alguien dispuesto a escucharme, a comprenderme esta noche para que espante a los fantasmas que nacen de la tensión con la que vivo por sentirme fuera de lugar. Quién se enamoraría de la cicatriz, quién besaría la lágrima. Quién estaría dispuesto a abrazarme al final de cada día, a curarme de este mundo al que nunca me he adaptado. Sin que nada se confunda. Sin ir más allá, ni firmar ningún contrato corporal más que el que dicten mis heridas. Quién. A amarme y que yo le ame, le comprenda, le cure. Quién, mil noches seguidas.
Me atormenta la idea de que muera mi pasión sepultada por la
mediocridad. Que muera mi poesía esperando el día en que pueda volver a brotar
como lava en una caricia, en una mirada. Que mi mente y mi piel nunca vuelvan a
ser consoladas, descifradas, amadas. Me atormenta.
Puede que en algún lugar, al que por más que me esfuerce no
puedo acceder, haya alguien con el corazón muy roto y los principios intactos.
Por favor, que haga esta noche una hoguera y queme sus mordazas diarias, que
haga llegar el humo hasta mi ventana, pues que sepa que lo amo, que lo
comprendo. Que en realidad no está solo. Que no está perdido, pero que podemos
perdernos.
"Amar no
es solamente querer, es sobre todo comprender."
Françoise Sagan
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