miércoles, 23 de septiembre de 2015

Se levanta la sesión

Ya me sé toda la teoría, ahora hay que pasar a la práctica. Ya he dado todos los pasos, ahora hay que esperar a los resultados. ¿Resultados?, ¿hola? Estoy aquí.

Leerse un manual de instrucciones puedes hacerlo bocabajo. Escuchar la explicación de un procedimiento, sin mirar. Paso uno, paso dos, paso tres… Actitud, optimismo, fe…Todo listo. Ahora empieza, vamos, te toca. ¿Te acuerdas de algo de lo que te han enseñado?

Sí, pero no entiendo dónde, no entiendo cuándo, ni cómo, ni para qué. ¿Es ahora?, ¿es aquí?, ¿es así? Y solo una oportunidad, un intento y todas las opiniones están preparadas, a punto de cocción. A veces no hay oportunidades y a veces son demasiadas. Todo depende de los jueces, que siempre son los mismos, pero no siempre lo que les puedes quitar les interesa tanto. En cada momento uno interpreta su papel, entra en escena y juzga o es juzgado. Tal vez dependa de la hora del día. Todos jueces, todos responsables.

                            


No te vayas con ellos, tú no. Por mucho que estudies para vulgar, tus ojos te delatan entre miles…
Y desde que no estoy contigo me encuentro sola en el escenario, temblando y en silencio frente al público. Y me hago pequeña. Todos los días unos ojos sentados a mi lado, me miran de reojo. ¿Cómo pueden pensar que no les veo? Se saltaron el curso cero de espía de parvulario. Te hacen la radiografía rutinaria, pero si les miras directamente se asustan. Me pesan tantas miradas. Cualquier día me pongo un bigote postizo. Bueno, no, que igual me copian.



Tienes que estar guapa siempre, no vale con serlo, eso es otro capítulo. Tienes que sacarle partido, pero ojo, tienes que innovar, tener carácter y presencia. Y si eres tía, ser lista y además demostrarlo. Personalidad, pero la que ellos en su justa medida exigen. Oye, que las chicas llevan bolso a clase, bandoleras no cuentan y las mochilas son para el colegio, punto negativo en tu casillero. Un aire rastafari intelectual es una buena opción este otoño. El moño tipo piña toca una vez a la semana en el pack look casual, desaliñado, sexy, tengo prisa y sueño y soy borde pero encantadora. Clases a mí, señoritas, os tengo caladas. También tenemos la versión indignada y moralmente superior, censora de todos esos inmaduros consumistas alienados, pero eso sí, con el Iphone bien plantado en la mesa, que en el bolsillo la manzana no luce. Uñas de negro, raya del ojo, caderas al aire, gafas de marca, slogans en la camiseta, tatuajes pretendidamente visibles, poses forzadas, labios entreabiertos, risas falsas, y “no me voy a divertir demasiado, no vaya a parecer que soy humana”. Lo tenemos todo (papi).



Todos afanados en ser distintos para ser los mismos jueces. Esclavizados de sí mismos, no hay peor toga que la que se viste uno mismo. Todos con ganas de escapar haciendo lo mismo que la masa de la que reniegan, innovando en la tendencia. Si juegas a ser diferente y te traes el uniforme siempre, es complicado. No basta con que le pongas diamantes de plástico a la funda del móvil, no cuela. Vas a tener que destacar por tu mente, o por tu sonrisa, y no tienes experiencia, ni talento. Que si tú me dejas te lo cuento, que yo te lo enseño, pero hasta que no te quites la toga no me vas a ver. Que de no creer en la verdad, al final no van a quedar mentirosos. 



lunes, 21 de septiembre de 2015

Hola mundo

Hola Mundo. Me he levantado pensando que eres tan jodidamente complicado… Quieres que te complazca pero que sea yo misma, que sea cariñosa pero tenga carácter, que esté a la moda pero tenga personalidad propia, que pierda el culo por ti pero que a la vez pase, que entienda tus noes como noes y como síes, que cuando me mandes a la mierda no vuelva pero que vaya a consolarte, que gane pero que no compita, que sea sincera pero no brusca, que me ría de todo pero que sea profunda y sensible, que haga todo lo posible pero que no me coma el coco, que me conforme con lo que la vida me da pero que luche por mis sueños, que sea obediente pero revolucionaria, que tome la iniciativa pero que me deje llevar, que mande y me quiera pero que sea humilde y sepa callarme, que me tire si tú te tiras pero que sea prudente, que confíe pero que me guarde secretos, que regale amor pero mantenga las distancias…

Creo que va a ser mejor si te digo yo lo que quiero de ti y empezamos a llevarnos bien. Mejor dame las hostias sobre la marcha, que mi cadera intentará esquivarlas. Calla y atiende.





viernes, 18 de septiembre de 2015

Cuestión de densidades

El tiempo pasa y las heridas se cierran. Ni los buenos ni los malos son inmunes, aunque un día habría jurado que este dolor no me iba a abandonar, al igual que nos lo juramos tú y yo. Tal vez sea que por muy listo o muy tonto que seas no basta con convencerse, con razonarlo todo y dibujarte tu esquema. Hazte una ecuación si quieres, que solo el tiempo te va a curar.

Yo lo veo como una losa enorme que cae al mar. No va a llegar al fondo en un instante, el corazón es más denso que el aire, el rozamiento es mayor, al igual que lo fue el mío con tus vaqueros. Dale tiempo, relájate y déjate llevar, pues eso vale hasta para cuando me vas a doler. Pero sobre todo, ten claro que el “nunca” es un “para siempre” pero al revés. Hay oasis en el tiempo pero tú no puedes permitirte contar con ellos.



Es cierto que ni yo misma sé quién era antes de ti. Hemos aprendido tantas cosas que ya no somos nosotras. Y ahora te vas, pero me dejas con mis mejoras, con mi versión 2.0, pero con tu firma en cada una de mis piezas.

Mi consejo es que vengas a por mí, pero sabemos que tú no quieres y que yo no debo ser tan idiota. Así que reencuéntrate contigo, mímate más que una madre, que una abuela incluso. Bésate cada vez que veas tu reflejo, ponte guapa para tus citas contigo. Respírate cuando te acuerdes del dolor, a ti y a todas las sonrisas que veas. Y no te olvides de que merecemos la pena más hoy que antes de conocernos, que somos 2.0, mi niña.


Recuerda, háztelo todo lento.

viernes, 11 de septiembre de 2015

1,2,3...¿equipo?

Hola chicas, os escribo para daros las gracias. Os escribo para decirlos esas cosas que nunca nadie se dice, para sentaros a todas en el vestuario y hablaros sincera, pero tanto tiempo después y sin teneros delante. Cobarde. Cobarde como vosotras.

A pesar de todo, gracias. Me inclino ante vosotras, sentid mi reverencia. Os doy permiso para que sintáis placer, pues sé que habéis deseado este momento. Ahora, cerrad la boca tanto como lo está vuestra mente y escuchad.

Me habéis enseñado tanto… El valor del esfuerzo, que las cosas no se acaban hasta que no se pita el final, y que aun así siempre hay una segunda parte. Que no hay motivos racionales para dejarse la piel en un partido de baloncesto, porque los héroes no pueden evitar serlo, para sudar y sangrar por el resto hasta que caigas al suelo y vuelvas a levantarte, besando la pista, porque es tuya. Que siempre hay sitio para la épica, si nos apetece, porque la droga está en la remontada. Que “nunca subestimes el corazón de un equipo campeón”.

He aprendido que el mejor momento siempre es el final, y que ahí estamos todas con la mejor versión de nosotras mismas. Que entonces cada mirada cuenta, y que hay sitio para la magia, que nunca traiciona. Que las millas que has recorrido todo el año son pulgadas decisivas ese día. Que nos acompañan todas esas horas y horas de entrenamiento, tantas historias regaladas a la monotonía y esas otras que se nos han clavado a todas sin que hablemos de ellas. Nos están mirando terminar, nos están viendo ganar orgullosas en la grada. Corean nuestros nombres cuando metemos canasta, gritan de emoción y vibran en los momentos de tensión. Nos hacen sentir irreemplazables, aunque sea mentira.



Con vosotras he aprendido que las lágrimas pueden ser compartidas. Y que las carcajadas también. Que me puede estremecer ver llorar a alguien tirada en un banquillo, empapada en sudor, exhausta porque lo ha dado todo, porque ese era su día y ella no ha bastado, sentada junto a las demás, porque ha perdido, pero ha ganado tanto… Que ese es el único momento del año en el que los abrazos van desnudos, que todas se merecen el tuyo y tú te mereces el de todas. Que las lágrimas de alegría y las de tristeza son iguales. Que hay lugar para los inesperados, que es el momento de los callados para demostrar. Que cuando explotas de alegría saltas, gritas, lloras, amas, pero no piensas. La vida te da una tregua. Y que somos eternas cuando basta con un guiño para saberlo todo.

Que líder se nace, y no hay discusión, pero que el espíritu de un equipo lo llevamos todas en el pecho. Que volveremos otra vez a hacer lo mismo, igual pero mejor. Que volveremos a esperar un año para vivir ese momento otra vez. Que en realidad es todo por ese puto momento, por volver a ser la reina del mundo, junto a una docena de reinas más que bailan en una atmósfera de colores.

Que gracias, joder, que gracias. Porque aprendí a aprovechar las cosas y exprimir su buen rollo. Porque sin todo eso no habría podido disfrutar tanto de aquello que os ha dado por culo. Porque, os quise tanto, y quiero tanto hoy a vuestro recuerdo que, cómo no, me enamoré de una de vosotras. Y ella de mí. No podía ser de otra manera.

Pero ahí se destapó el pastel y quedó claro que lo que a vosotras os engancha no es la gente en ese momento, sino la gloria, vuestro ego en el trono, con compañeras sin rostro, pero con su calor. Lo vivimos de manera distinta, pero todas juntas. Y joder, qué más da lo que pensaseis vosotras si yo sentía todo aquello, si mi mundo es mundo porque yo lo vivo dentro de mí. Pensad lo que queráis, sed lo que queráis, pero seguid haciendo lo que hacíais, que a mí me gustaba. Conmigo. Vivamos eso una vez más, pues en realidad sé que desde que nos fuimos tampoco vosotras lo habéis vivido igual.

Pero qué cojones, no es momento para el pesimismo. Me permito hablar así porque vosotras os lo permitisteis todo. Fuisteis unas zorras, unas traidoras, unas cínicas, unas egoístas, unas ignorantes. Unas malas personas. Pero hoy os doy las gracias a vosotras, putas como sois, por todo lo vivido. Porque yo sí lo siento, porque somos diferentes y porque a pesar de todo os quiero. Porque sois la hostia y porque tres ligas no bastan. GRACIAS.


domingo, 6 de septiembre de 2015

La carta que no dije

¿Recuerdas aquel libro de poesía que te dije que leía cuando tú no estabas? Ayer lo abrí otra vez. Pensé que me dolería leerlo, pero es que es tan bueno que no importa tanto de lo que hable, porque tiene un estilo de reyes. Pero, si además me habla de ti y le pone palabras a lo que ni yo sé que siento, ya es un verdadero tesoro. Como dice en el propio prólogo, se folla a las mentes. Se llama “El sexo de la risa” de Irene X. Lo compré en mayo, en la feria del libro del Retiro. Había salido de casa huyendo a cualquier sitio, me daba igual a cuál. Y allí lo encontré, puesto para mí. Me pareció un título hecho a medida, porque lo que tú y yo hemos hecho es eso, reírnos hasta follarnos.

Ayer, al volver de hacerme amiga de mis amigas de la facultad, leí algunas frases que quise gritarte, pero claro, no estabas.

“Para no haber venido nunca, cómo cuesta que te vayas”.
“Quién te ha visto y quién te ve matarme”.
“Lo que más me gusta de hacerme daño siguen siendo tus huellas”.
“De cortarme con los folios aprendí lo que escuece pasar página”.

Y es que yo empecé a pasar página con las hojas de este libro. Mil gracias por sacarme la pena con sacacorchos, por hacer que duela para poder curar.

Después de un rato me acordé de una vieja amiga. Y allí estaba ella, escondida tras la solapa posterior del libro. Esa carta que te escribí el último día que estuve en Madrid el curso pasado, esa que nunca te di. En realidad la escribí para mí, para hablarte aunque no lo supieras:



                                                                                                      Martes, 16-06-2015                                    Mi balcón  al sol                      
Duelen las fotos, parecen de tiempos ya cerrados, de juegos de sonrisas y esperanzas que el calendario ya mató.         
Y es que no entiendo cómo siendo lo que hemos sido, cómo si todo lo que decías era verdad, ahora solo soy yo la que parece un alma en pena con mis ojeras permanentes, que no son solo de estudiar, sino también de estudiar lo nuestro. Y, ¿qué es lo nuestro hoy?, ¿qué futuro tiene? Los cuentos de hadas son para siempre, como el amor verdadero, dicen, por eso el presente me hace dudar del pasado, tristemente.
Cómo si algo fue así, y los amores que matan nunca mueren, nos estamos muriendo para no matarnos nunca más. Cómo, para qué, por quién. Ya me da igual si eres una puta conmigo o con todas. Ya no juego a entenderte. Quiero que esa puta lo sea de verdad y se someta a quererme. Quiero que te calles y me des lo que aún hoy es mío. Que vengas y me abraces, que me pidas perdón con los labios pero sin voz, ni palabras. Ven, vamos a volver a nuestro gran error. Quiero que vuelvas a ponerte nerviosa por un beso mío, que prefieras mis caricias a follar con ella. Que para ti hacerlo con otra sea un plato insulso, corriente y monótono, y que tengas a nuestros mejores momentos en un altar de oro, aplastando al resto y deseando vivir más.
No quiero que descubras nada nuevo si no es conmigo, que ella no te haga llegar al orgasmo porque estés pensando en los que yo nunca te di.
Que seas mía, pero solo mía. Que deshagas lo hecho con ella, o mejor aún, que lo compares con lo que hiciste conmigo y entiendas qué es pasajero, qué es un cariño de escaparate, de comida rápida, barato, de usar y tirar, y qué es amor de verdad.
Pero entiéndelo ya, porque esto puede que se acabe, o eso espero, antes de que me destruyas a mí. Trato de saltar antes de ese momento, pero date prisa, amor, no nos queda mucho tiempo.
Dame un beso que duela, que nos haga romper a llorar en un mismo mar. Destroza mi herida hasta el final, pero luego cúrame, cúrame todo lo que no has hecho este tiempo. Dame argumentos y besos, pues ya no pueden faltar ninguno de los dos para matar mis reproches. Desvístete de egoísmo, de impaciencia y de soberbia, y charla un rato con la verdad, duerme con ella unos cuantos días.

Vuelve a ser E, pero tira antes tu debilidad, y volvamos al mar.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Ecos

28-08-2015   0:40

Por qué un beso se ha convertido en dos, y en tres… Por qué hoy no querías desengancharte de mis labios, no querías que me bajase del coche. Por qué si tú no quieres volver conmigo. ¿Acaso quieres coger lo mejor de una y de otra cuando te apetezca dejarte llevar? Egoísta. De mí has elegido mi manera de besar.

No podía sonar esa canción sin que tú y yo nos defendiésemos a besos. Teníamos que atacarla juntas.

Volvíamos de cenar, como amigas que parece que habíamos decidido ser. Iba a bajarme del coche y te di un abrazo para despedirme, y tú me diste un beso sencillo. Nos permitíamos eso, un pico de amigas, que de amigas solo tenía el nombre, y lo sabíamos. Y luego yo te di otro más lento en la penumbra de aquella escena nocturna.



Me preparaba para irme, pero entonces el destino nos puso banda sonora:

“No lo ves, no hay manera de que esto vaya bien,
tú y tus manías de siempre,
yo con mis prisas y mis ganas de crecer.
No lo ves, sabe Dios que me duele a mí también,
no despedirnos de noche,
dejando el reproche para el amanecer.”

La canción que sonaba en el reproductor era “Ecos”, de Pablo Alborán.

Publiqué esta canción para ti en mi tablón. Lo hice en mayo, cuando la distancia me abrasaba en el pecho, cuando nos estábamos perdiendo en la ausencia de todo, cuando yo estaba sola y tú tenías el calor de otra, cuando los ataques estaban pudiendo más, cuando nos estábamos diciendo adiós a través del silencio y nos faltaba despedirnos. Nada ha vuelto a ser igual desde entonces.

La vida quiso que nos dejásemos llevar en aquel momento, tú quisiste que lo hiciéramos, yo no me sentía con el derecho. Y otra vez esos besos sin apenas abrir la boca, solo con los labios mojados. La línea roja estaba fijada en una frontera clara. Pero a los sentimientos no les puede contener un muro, una barrera mecánica, y menos aún si se está enamorada, como lo estoy yo. Es como darle a un genio un papel arrugado y un lápiz de propaganda, no necesita más, puede hacer maravillas con cualquier cosa y salir con clase de la sala. Adelante, pon más límites y te demostraré de qué sirven.

Y nuestros labios se mecían al vaivén de las notas y el compás se aceleraba poco a poco. Con los ojos cerrados, consciente de que más estaba prohibido, de que no eras mía porque tú no querías.

Me separé y suspiré para calmarme. Lo responsable era cortar aquel momento. Ya no estamos en el antes, esto es ahora ¿recuerdas? “Bueno” – dije. Abrí la puerta mirando al suelo, conscientes ambas de que nos estábamos conteniendo.

“Hazme sentir que lo bueno está por llegar,
que esto también pasará.
Hazme sentir que compartimos un mismo latir,
haz que me acuerde de ti
como el mejor despertar que he podido vivir.”

Y mientras buscaba las llaves en el bolsillo de mi mochila me diste un beso fuerte y largo, sintiendo la presión de tu boca contra la mía. Mis manos dejaron de moverse en aquel bolsillo.

Miré hacia mi salón. Estaba la ventana abierta y mi perro nos miraba desde el balcón. Mi padre tenía que saber que estábamos allí y tenía que estar oyendo esa canción, podía asomarse en cualquier momento. Pero esto, como he dicho, es el ahora, no es el antes, y eso incluye el hecho de que eso ya no importaba, como tantas otras cosas.

“Harto de los ecos de un pasado
que aparece cada vez
y los miedos que tengo me arañan por dentro.
Y tú no ayudas a encontrar el porqué
del silencio, la derrota
y de la rabia que en la boca te dejé.

Y ahora intenta decir que me amas,
sin miedo a que parezca mentira otra vez.”

Al oír este último verso me dije: “esta canción hay que bailarla con los labios porque está sonando para nosotras”. El único sitio en el que puedo oírla sin que me haga daño es en tu boca. Y la mía quería despedirse de la tuya otra vez aunque fuera rápido.

Nos dimos otro beso y quise otro más, pero tú te apartaste despacio. Notaste mis ganas contenidas mientras yo bajaba la mirada. Me separé y miré al frente a través de la luna del coche un par de segundos, a la nada oscura. Puse la mano sobre la manilla de la puerta y te miré a los ojos para decirte adiós, y después a tus labios. Y arreglamos lo que acababa de pasar.

Esta vez nos dejamos llevar más. Llegué con más convicción. El roce era más rápido, se atropellaban unos besos con otros, se apresuraban, se enredaban y pisaban por morir antes, con el corazón acelerándose sin que me diese cuenta, sin pensarlo. Pero daba igual, porque todo estaba controlado, todo tenía un claro límite. Se oían nuestras inspiraciones y exhalábamos aire a la boca de la otra, sorteando tu nariz con la mía sin evitar el roce. Entonces iban haciéndose más lentos cada vez, con mi mano en tu mandíbula y la tuya en la mía, para al final, separarnos. Pablo Alborán había dejado de cantar.

 “Y no lo ves, digo yo que algo tendremos que hacer,
borra de golpe su nombre en mi nombre
y así lo olvidaré.
Y no irá bien mientras yo te reproche de más
y tú te escondas con la duda otra vez.
No quiero más pulsos, hay tanto que perder.

Hazme sentir que lo bueno está por llegar,
que esto también pasará.
Hazme sentir que compartimos un mismo latir,
haz que me acuerde de ti
como el mejor despertar que he podido vivir.

Harto de los ecos de un pasado
que aparece cada vez
y los miedos que tengo me arañan por dentro.
Y tú no ayudas a encontrar el porqué
del silencio, la derrota
y de la rabia que en la boca te dejé.

Y ahora intenta decir que me amas,
sin miedo a que parezca mentira otra vez.”