Ya me sé toda la teoría, ahora hay que pasar a la práctica.
Ya he dado todos los pasos, ahora hay que esperar a los
resultados. ¿Resultados?, ¿hola? Estoy aquí.
Leerse un manual de instrucciones puedes hacerlo bocabajo. Escuchar la
explicación de un procedimiento, sin mirar. Paso uno, paso dos,
paso tres… Actitud, optimismo, fe…Todo listo. Ahora empieza, vamos, te toca.
¿Te acuerdas de algo de lo que te han enseñado?
Sí, pero no entiendo dónde, no entiendo cuándo, ni cómo, ni
para qué. ¿Es ahora?, ¿es aquí?, ¿es así? Y solo una oportunidad, un intento y
todas las opiniones están preparadas, a punto de cocción. A veces no hay
oportunidades y a veces son demasiadas. Todo depende de los jueces, que siempre
son los mismos, pero no siempre lo que les puedes quitar les interesa tanto. En cada momento uno interpreta su papel, entra en escena y juzga o es juzgado. Tal vez dependa de la hora del día. Todos jueces, todos responsables.
No te vayas con ellos, tú no. Por mucho que estudies para vulgar, tus ojos te delatan entre miles…
Y desde que no estoy contigo me encuentro sola en el escenario, temblando y en silencio frente al público. Y me hago pequeña. Todos los días unos ojos sentados a mi lado, me miran de reojo. ¿Cómo pueden pensar que no les veo? Se saltaron el curso cero de espía de parvulario. Te hacen la radiografía rutinaria, pero si les miras directamente se asustan. Me pesan tantas miradas. Cualquier día me pongo un bigote postizo. Bueno, no, que igual me copian.
Tienes que estar guapa siempre, no vale con serlo, eso es otro
capítulo. Tienes que sacarle partido, pero ojo, tienes que
innovar, tener carácter y presencia. Y si eres tía, ser lista y además demostrarlo.
Personalidad, pero la que ellos en su justa medida exigen. Oye, que las chicas
llevan bolso a clase, bandoleras no cuentan y las
mochilas son para el colegio, punto negativo en tu casillero. Un aire rastafari intelectual es una buena opción
este otoño. El moño tipo piña toca una vez a la semana en el pack look casual,
desaliñado, sexy, tengo prisa y sueño y soy borde pero
encantadora. Clases a mí, señoritas, os tengo caladas. También tenemos la
versión indignada y moralmente superior, censora de todos esos inmaduros
consumistas alienados, pero eso sí, con el Iphone bien plantado en la mesa, que
en el bolsillo la manzana no luce. Uñas de negro, raya del ojo, caderas al
aire, gafas de marca, slogans en la camiseta, tatuajes pretendidamente
visibles, poses forzadas, labios entreabiertos, risas falsas, y “no
me voy a divertir demasiado, no vaya a parecer que soy humana”. Lo tenemos todo (papi).
Todos afanados en ser distintos para ser los mismos jueces.
Esclavizados de sí mismos, no hay peor toga que la que se viste uno mismo. Todos
con ganas de escapar haciendo lo mismo que la masa de la que reniegan,
innovando en la tendencia. Si juegas a ser diferente y te traes el uniforme
siempre, es complicado. No basta con que le pongas diamantes de plástico a la
funda del móvil, no cuela. Vas a tener que destacar por tu mente, o por tu
sonrisa, y no tienes experiencia, ni talento. Que si tú me dejas te lo cuento,
que yo te lo enseño, pero hasta que no te quites la toga no me vas a ver. Que
de no creer en la verdad, al final no van a quedar mentirosos.