¿Recuerdas aquel libro de poesía que te dije que leía cuando
tú no estabas? Ayer lo abrí otra vez. Pensé que me dolería leerlo, pero es que
es tan bueno que no importa tanto de lo que hable, porque tiene un estilo de
reyes. Pero, si además me habla de ti y le pone palabras a lo que ni yo sé que
siento, ya es un verdadero tesoro. Como dice en el propio prólogo, se folla a
las mentes. Se llama “El sexo de la risa” de Irene X. Lo compré en mayo, en la
feria del libro del Retiro. Había salido de casa huyendo a cualquier sitio, me
daba igual a cuál. Y allí lo encontré, puesto para mí. Me pareció un título
hecho a medida, porque lo que tú y yo hemos hecho es eso, reírnos hasta
follarnos.
Ayer, al volver de hacerme amiga de mis amigas de la
facultad, leí algunas frases que quise gritarte, pero claro, no estabas.
“Para no haber venido nunca, cómo cuesta que te vayas”.
“Quién te ha visto y quién te ve matarme”.
“Lo que más me gusta de hacerme daño siguen siendo tus
huellas”.
“De cortarme con los folios aprendí lo que escuece pasar
página”.
Y es que yo empecé a pasar página con las hojas de este
libro. Mil gracias por sacarme la pena con sacacorchos, por hacer que duela
para poder curar.
Después de un rato me acordé de una vieja amiga. Y allí
estaba ella, escondida tras la solapa posterior del libro. Esa carta que te
escribí el último día que estuve en Madrid el curso pasado, esa que nunca te
di. En realidad la escribí para mí, para hablarte aunque no lo supieras:
Martes, 16-06-2015 Mi
balcón al sol
Duelen las fotos, parecen de tiempos ya
cerrados, de juegos de sonrisas y esperanzas que el calendario ya mató.
Y es que no entiendo cómo siendo lo que
hemos sido, cómo si todo lo que decías era verdad, ahora solo soy yo la que
parece un alma en pena con mis ojeras permanentes, que no son solo de estudiar,
sino también de estudiar lo nuestro. Y, ¿qué es lo nuestro hoy?, ¿qué futuro
tiene? Los cuentos de hadas son para siempre, como el amor verdadero, dicen,
por eso el presente me hace dudar del pasado, tristemente.
Cómo si algo fue así, y los amores que matan
nunca mueren, nos estamos muriendo para no matarnos nunca más. Cómo, para qué,
por quién. Ya me da igual si eres una puta conmigo o con todas. Ya no juego a
entenderte. Quiero que esa puta lo sea de verdad y se someta a quererme. Quiero
que te calles y me des lo que aún hoy es mío. Que vengas y me abraces, que me
pidas perdón con los labios pero sin voz, ni palabras. Ven, vamos a volver a
nuestro gran error. Quiero que vuelvas a ponerte nerviosa por un beso mío, que
prefieras mis caricias a follar con ella. Que para ti hacerlo con otra sea un
plato insulso, corriente y monótono, y que tengas a nuestros mejores momentos
en un altar de oro, aplastando al resto y deseando vivir más.
No quiero que descubras nada nuevo si no es
conmigo, que ella no te haga llegar al orgasmo porque estés pensando en los que
yo nunca te di.
Que seas mía, pero solo mía. Que deshagas lo
hecho con ella, o mejor aún, que lo compares con lo que hiciste conmigo y
entiendas qué es pasajero, qué es un cariño de escaparate, de comida rápida,
barato, de usar y tirar, y qué es amor de verdad.
Pero entiéndelo ya, porque esto puede que se
acabe, o eso espero, antes de que me destruyas a mí. Trato de saltar antes de
ese momento, pero date prisa, amor, no nos queda mucho tiempo.
Dame un beso que duela, que nos haga romper
a llorar en un mismo mar. Destroza mi herida hasta el final, pero luego cúrame,
cúrame todo lo que no has hecho este tiempo. Dame argumentos y besos, pues ya
no pueden faltar ninguno de los dos para matar mis reproches. Desvístete de
egoísmo, de impaciencia y de soberbia, y charla un rato con la verdad, duerme
con ella unos cuantos días.
Vuelve a ser E, pero tira antes tu debilidad, y volvamos al mar.
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