Hay veces en las que el cielo, de vergüenza, debería romperse en pedazos, como dice una canción. Por lo que nos ha hecho a algunos. Por partirnos la cara todos los días y que el mundo nos de la espalda en sus fiestas para niñatos. Pero tampoco nos engañemos, no nos debe nada. No se lo debe a nadie. Tal vez te lo debas tú a ti misma, y este sea el momento de dártelo. De dar(te)lo todo. Al menos, para mí no es tarde. Ni pronto. Es ahora.
A la mierda las canciones de desamor. Si quieres tocar el
techo del mundo, hazte a la idea, vas a llegar sola, porque si no será solo
temporal y vas a hacerte polvo otra vez al caer. Aunque seguro que en esta no
te dejas llegar tan alto. Ni van a poder dártelo esos críos. Porque, aunque esa
persona no haya sido leal, tú sí lo eres a lo que pasó. Y, joder pequeños, fue
incomparable.
Si te vicias a pasearte entre grises con fantasmas te
aseguro que vas a convertirte en uno. Hazme caso, los “para siempres” tienen
letra pequeña. Que mientras dure sea eterno, eso es lo que dicen. Hasta que no
te rompes contra el suelo no te das cuenta de todos esos pequeños matices que al
final le dan a la vuelta a la historia. Y te dejan con esa cara de gilipollas.
Como uno de esos a los que les ha tocado la lotería y se lo han gastado todo
antes de cobrar, y entre tanta fiesta les caducó el boleto. Pero fue la fiesta
de tu vida y lo derrochaste todo hasta que no hubo más risas que meterse. Que nos quiten lo bailao, suele decirse.
Pero este es un producto sin garantía, te la jure
quien te la jure, ¿sabes?. Nada es permanente, y eso es algo que tienes que
tener claro en los comienzos a partir de ahora. Disfruta mientras dura, maldito
afortunado. Y no la cagues.
El momento de levantarse va a llegar en una carta en la que
el remitente es anónimo y el destinatario vive donde ya no hay nada que perder,
y joder, lo siento, pero ese eres tú. Entonces, las ganas van a salir del sobre
y van a decirte: “levanta idiota, tenemos mucho trabajo”. Tu subconsciente te esconde siempre salvavidas mientras tú sales a reventarlos todos. Esas ganas van a cogerte de las
muñecas muy fuerte y a arrastrarte por unos pasillos nuevos para ti, tú que te
creías que lo sabías todo. Y todo con sólo el sonido de sus tacones,
que estremecen los muros del pasillo, como altavoces que vibran tocando lo que les salga
del mismísimo. Coño. Van a pintarte los labios de rojo, a rasgarte los
pantalones, a partirle las vergüenzas a tu cara, a despeinarte de
velocidad. A pintarte una sonrisa de
maldita zorra. Pero no una de esas que necesitan de la noche, una que te jura pecado cuando abre las puertas por la mañana.
Fuera todos de aquí, si es que aún queda alguien. Este guión voy a escribirlo yo, porque
la historia, aunque ha sido preciosa, tiene que continuar. De lo contrario va a
hundirse en cualquier trama mediocre que apeste a cobarde. Esta vez no
voy a pedir disculpas si rompo algo, porque mi letra pequeña es la más grande
de todas, y mi sonrisa de perra avisa: no soy de nadie.
Voy a equivocarme, una y otra vez. Y no, cariño mío, tú no vas a ser una
excepción.
Feliz 2016, diablillos. Vamos a portarnos muy mal.
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