Dicen que voy a salir a conocer la vida en otros cuerpos. “La
vida”, dicen. Prometen diversión y comodidad. Promesas
para desayunar, para presentarse, de aperitivo, como currículum… Voy a reíros el
truco, aunque se os escapen los ases por la manga del interés. Diría que como
una tonta, pero no, porque quiero taparme los ojos para coleccionar
ese sueño. Quiero creer, volar otra vez aunque sea un ratito. Sé que voy a tirarlo cuando quiera ver que no vale nada. Qué malas son las comparaciones... Y
volver una vez más a ese fatídico punto de partida, pagando la aventura con
ganas.
Más bien, tal vez sea cuestión de estrategia. Hay que
seguir, ofreciéndole riqueza a gente que no la merece, porque un día alguien va
a guiñarte el ojo sin haberse fijado siquiera en el oro que regalas. Porque ha
visto la cicatriz, y a su lado el verdadero tesoro. A esos es a los que les ha
guiñado el ojo. O al menos eso me digo a mí misma cuando dudo, y me canso, y
quiero rendirme. Pero no, eso nunca. Terca, terca hasta el final.
Yo me fío de eso que dicen de que el trabajo da sus frutos.
Más os vale tener razón o voy a reclamar al refranero popular por ofrecer
respuestas para todo. Consuelo de tontos.
Y es que me lo piden mis labios, ahora que tengo este vacío
tan enorme que me han dejado. Ahora dirían aquellos señores: no hay mal que por
bien no venga. (Al cuerno).
Es otro tipo de hambre. De necesidad. Todos los días tira de
mis neuronas como lo hace una niña de la manga de su madre. En cualquier
momento, sin respetar ni la hora ni la rutina con la que me he amurallado. Taladrándome
la cabeza cada vez que me quedo sola. Es decir, constantemente.
Los labios son la diana, para mí. La puerta al corazón. Los
besos, mi palabra. Aliento, piel, manos, caderas, mirada. Removemos todo con la
mente desnuda y ya tenemos nuestra poesía. Y se viene el amor a bailar. Y
fiesta. Y ya se ha vuelto a liar. Joder.
Tal vez sea eso lo que busco, que sus cuerpos me desvelen la
poesía que son capaces de recitar. Su límite. Sus secretos, su sensibilidad. Lo
quiero todo, porque sólo así se llega a ese éxtasis de nubes y música en mis
saltos a los adoquines cuando estoy tan contenta. Lo anhelo tanto… Pero ni yo
misma sé si me servirán. Y sí, me temo que el verbo es servir. El amor
sirve. Que venga alguien a negármelo, que le enamoro. No, ojalá.
O igual no es el cuerpo, sino el alma chorreando por los
poros de la piel. Aunque para mí van siempre de la
mano. Si no, nada funciona. Nada sirve. Algunos saben separar, yo no.
Sí, creo que es eso lo que busco, beber almas en la piel para
llenar la mía.
Prométeme lo que quieras, pero préstame tus labios y me
presento.
And it might take time, take time...
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