Quiero vomitar lágrimas cuando el nudo se pone frente a mis
ojos y me dice: "mira, mira lo perdida que estás. Mira cómo rechazas el amor que
no estás segura de haber perdido por no saber recuperarlo. Estás cometiendo
errores que os están matando a las dos, y es culpa tuya. Estúpida".
Me poseen los sentimientos con cualquier imagen en mi mente que guarde un poco de veneno, porque estás aferrada a todas las emociones fuertes de mi vida,
alegres y tristes, estés o no en sus historias, mi corazón siempre te mezcla
con presentes a los que eres ajena. Y me lleva a ti, al vasto mapa de nuestros
recuerdos, a fotogramas sepia de la calma y el amor enredados en un despertar. No pretendo hablar,
sin embargo, de penas que se arrastran por el suelo y se repiten como los
cuentos. Me visitan a veces, pero ese es un capítulo que he escrito y leído
muchas veces. Ahora ha venido la autonomía, tímida y muy acomplejada, pero ha
venido, y en mí no puedo tener a dos huéspedes tan opuestos e importantes. No
puedo atenderles como es debido. Así que uno de ellos solo viene de visita, pero cuando
lo hace enmudece hasta el aire.
Ese amor nuestro, vestido de una manera mata pero de otra me
hace invencible. Uno lleva un traje negro y camina muy rápido, no tiene tiempo
para mí, que soy tranquilidad. El otro ilumina la estancia y siempre le soy
suficiente, simplemente porque soy, porque existo. De ambas maneras sé
reconocerlo: es el mismo. Pero qué opuestas son sus consecuencias. Son tan
sutiles las diferencias entre los extremos… Las pequeñas teclas del
desequilibrio están hechas para fabricantes de violines, no para animales
inexpertos.
Quién sabe de la verdad, si ni los protagonistas cuentan la
misma historia. Quién sabe cuál es la solución entonces. Tal vez sea la de siempre,
la que te dicte el corazón y nos olvidamos de los peros. Pero bien es cierto que hay condiciones a las que el corazón no
está dispuesto a renunciar, que a veces tiene que venir la razón a rescatarle
de su caldo volcánico de emociones para recordarle las líneas rojas tras las
que se sabe echado a perder en una espiral sin retorno. Aunque, hay que
reconocerle también que su tarea no es “saber”, que eso se lo deja a otros,
despreocupado y epicúreo como es siempre. Qué rebelde tan encantador. Y es que
si de lo que hablamos es de renunciar, el corazón no tiene límites. Tal vez sea
precisamente en esa ola destructora en la que resida su arrolladora belleza.
Belleza y poder. Poder desatar con un gesto una sublevación de emociones. Poder
arrasar un corazón con una canción que entró sin llamar, y en la que se esconden tribus de recuerdos. Poder desviar unos ojos con el caminar de unas caderas desequilibradas. Belleza y
poder. Amor y poder.
Poder arrasar un corazón con una canción que entró sin llamar, y en la que se esconden tribus de recuerdos.
avasallador! wow hermoso
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