miércoles, 3 de febrero de 2016

Siempre entran sin llamar

Quiero vomitar lágrimas cuando el nudo se pone frente a mis ojos y me dice: "mira, mira lo perdida que estás. Mira cómo rechazas el amor que no estás segura de haber perdido por no saber recuperarlo. Estás cometiendo errores que os están matando a las dos, y es culpa tuya. Estúpida".

Me poseen los sentimientos con cualquier imagen en mi mente que guarde un poco de veneno, porque estás aferrada a todas las emociones fuertes de mi vida, alegres y tristes, estés o no en sus historias, mi corazón siempre te mezcla con presentes a los que eres ajena. Y me lleva a ti, al vasto mapa de nuestros recuerdos, a fotogramas sepia de la calma y el amor enredados en un despertar. No pretendo hablar, sin embargo, de penas que se arrastran por el suelo y se repiten como los cuentos. Me visitan a veces, pero ese es un capítulo que he escrito y leído muchas veces. Ahora ha venido la autonomía, tímida y muy acomplejada, pero ha venido, y en mí no puedo tener a dos huéspedes tan opuestos e importantes. No puedo atenderles como es debido. Así que uno de ellos solo viene de visita, pero cuando lo hace enmudece hasta el aire.

Ese amor nuestro, vestido de una manera mata pero de otra me hace invencible. Uno lleva un traje negro y camina muy rápido, no tiene tiempo para mí, que soy tranquilidad. El otro ilumina la estancia y siempre le soy suficiente, simplemente porque soy, porque existo. De ambas maneras sé reconocerlo: es el mismo. Pero qué opuestas son sus consecuencias. Son tan sutiles las diferencias entre los extremos… Las pequeñas teclas del desequilibrio están hechas para fabricantes de violines, no para animales inexpertos.

Quién sabe de la verdad, si ni los protagonistas cuentan la misma historia. Quién sabe cuál es la solución entonces. Tal vez sea la de siempre, la que te dicte el corazón y nos olvidamos de los peros. Pero bien es cierto que hay condiciones a las que el corazón no está dispuesto a renunciar, que a veces tiene que venir la razón a rescatarle de su caldo volcánico de emociones para recordarle las líneas rojas tras las que se sabe echado a perder en una espiral sin retorno. Aunque, hay que reconocerle también que su tarea no es “saber”, que eso se lo deja a otros, despreocupado y epicúreo como es siempre. Qué rebelde tan encantador. Y es que si de lo que hablamos es de renunciar, el corazón no tiene límites. Tal vez sea precisamente en esa ola destructora en la que resida su arrolladora belleza. Belleza y poder. Poder desatar con un gesto una sublevación de emociones. Poder arrasar un corazón con una canción que entró sin llamar, y en la que se esconden tribus de recuerdos. Poder desviar unos ojos con el caminar de unas caderas desequilibradas. Belleza y poder. Amor y poder.


Poder arrasar un corazón con una canción que entró sin llamar, y en la que se esconden tribus de recuerdos. 

1 comentario: