jueves, 22 de octubre de 2015

Desde las alturas

Y a todos esos que me preguntan sin haberla visto, por qué tanta locura por un alguien que no está, ya sé que voy a decirles la próxima vez.

 ¿Sabes cuando estás en un quinto piso y te apoyas en el balcón para mirar abajo? Es algo así como cuando tú y yo fuimos al faro. Acuérdate del mar matándose con las olas a golpes, con una caída vertical tan grande como lo fue la nuestra.



Miras abajo y sientes miedo, pero una atracción a saltar de igual intensidad, de la que tú misma te asustas porque brota de un lugar del subconsciente que no entiendes. Y te dice "salta", como me lo insinúas tú cada vez que vuelvo a verte, aunque tus palabras me cuenten lo contrario. O como te dije yo en aquel ático mirándote a los ojos. Han pasado más de cuatro años de aquel junio, y de las hostias que nos hemos dado al caer tú ya no quieres saltar. Te entiendo, hubo un tiempo en el que yo tampoco quise tirarme más, abatida por el dolor sobre las rocas. Pero volamos antes de matarnos. Joder que si volamos.

Es como cuando llevas un cuchillo a la mesa, a la altura del estómago y piensas, "empuja", y censuras tus pensamientos, pero en algún lugar eso te pervierte, te atrae, te embruja y te dice "vamos, hazlo". Te seduce la oscuridad. Y no es porque busques un final inesperado en tus actos, las consecuencias de caer en la tentación están claramente estipuladas en el contrato. Anhelas unos estímulos que la cordura no puede darte, un frenesí previo al desenlace que te dilate las pupilas y te paralice los pulmones, con los ojos cerrados y los brazos abiertos. Que te haga sudar frío y te lleve al límite.

Y eso es lo que le pasa a todo aquel que ha tenido la oportunidad de verla auténtica, con la piel de su alma desnuda en cada verdad que le duele, que le curas con un sacacorchos lo más suave que puedes. Cuando la ven, todas quieren saltar, todas se vuelven locas por matarse.

Yo fui la primera que se tiró con los ojos cerrados. La primera que la vio, y que la desnudó en verdades y miradas. Que la enseñó a ser vista.

La única por la que tú te tiraste. Por mí.

Y ahora estoy aquí una vez más, los talones en el borde y una moneda en la mano. Adicta. Con el corazón destrozado. Cara o cruz.

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