viernes, 9 de octubre de 2015

No importa qué ojos si es esa mirada

Dos observadores se reconocen, siempre que se miran por primera vez, se desvisten mutuamente como lo hacen con los demás, y se encuentran a sí mismos en los ojos del otro, sintiendo tal vez una punzada de pudor al haber sido descubiertos, al haberse encontrado ambos desnudos en una habitación del tiempo, minúscula, y en la que las palabras están más que prohibidas. 


Surge una conexión, un vínculo que siempre está aunque no se diga. Un preguntarse lo que estará pensando esa otra persona cuando los dos estáis viendo lo mismo, un mirar de reojo a ver si sonríe, un mirar de reojo para ver esa sonrisa de medio lado que dice mucho más que las carcajadas de los otros. Porque ya os habéis cazado, porque ya os conocéis mucho más de lo que os conocerá el resto en tantas conversaciones. Es la mirada de esos solitarios exploradores del mundo y los sentimientos, adictos a las emociones puras, que se vician de las que los demás desprenden, que las consumen, pero que solo las de otros de la misma especie pueden llenarles. Viajantes solitarios. Perros rebeldes en silencio. Jodidos enamorados que no se curan nunca. Idiotas que cambian periódicamente de opinión. Seductores que van muy lento y saben acelerar. Putos amos de este mundo, qué poco reconocidos estáis, qué pocos quedáis.

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