Con la seguridad y el aplomo de un paso hacia delante, contemplando nuestro vasto reino inhabitado, repleto de arcoiris, bosques, brumas, acantilados fríos, épicos recuerdos y trampas como manzanas del edén, he vuelto a ponerme la capa y a empuñar este cetro, con mi reina de la mano y nada a lo que temer.
Me ha costado que volviéramos a entrar, pero es un lugar tan recóndito y místico que no nos dejan pasar si es a medias. Sólo si venimos para rompernoslas, las medias, en nuestras aventuras de exploradoras de emociones y tierras pérdidas, podemos traspasar las puertas de oro que hay bajo la cascada de la autenticidad más desvergonzada.
Y joder, qué bien se está aquí contigo.
Enhorabueba por el retorno de gloria. Largos días y placenteras noches a las dos.
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