lunes, 9 de noviembre de 2015

Peones en la manga

Hola niña. Aquí estamos otra vez. En realidad siempre supe que tarde o temprano te darías cuenta, de que solo tú y yo sabemos pintarnos la vida de acuarela. Las aceras son cascadas de colores cuando paseamos juntas. El sol quiere cegarnos, persiguiéndonos a través de los huecos que hay entre estos muros negros, los que levantamos entre nosotras y los de esta ciudad, iluminando la escena más pura que acontece en su tarima. La piel de todos los enamorados se subleva en nuestros dedos cuando caminamos de la mano, derritiendo el aire. Si nos besamos se dan la vuelta las señoras a nuestro paso, de un chasquido, escandalizadas por semejante falta de vergüenza. Lo que no saben es que me la quitaron otras como ellas, a golpe de críticas. Y ya me queda poca. Menos mal.

En el fondo siempre supe que lo verías, que tú también sigues necesitándome a mí, aunque hayas jugado a ser mala. La más mala e insurrecta de todas las jóvenes que se creen rebeldes. Y tan bonita al frente de tu revolución equivocada. Al final ese combustible de la novedad y el placer se acaba, solo emana al principio en las relaciones corrientes. Menos para nosotras, que funcionamos con otro tipo de calor. Lo sabía incluso cuando lo di por muerto, como alguien que lo ha perdido todo pero guarda una última carta. La última puta bala para volver a la Luna. Pero antes voy a dejarlo calentar, de nuevo a fuego lento. Fuego sereno, como decía un libro.

El tablero ha regresado a su sitio. Vuelvo a ver las piezas ahora que me recupero del golpe, de los ríos de sangre que brotaban de mi nariz, del sudor y el hinchazón de mi frente, tirada en la silla de un viejo bar frente al tablero. Como un gánster muy peligroso con el que han ajustado cuentas. Respiro hondo y enfoco la vista, hasta que los cuadrados blancos y negros quedan fijos en mis ojos. Enciendo un cigarro y me peino el pelo con las manos.


Se reanuda la partida. Ahora que he recuperado unos cuantos peones en tu corazón, un movimiento precipitado puede devolverme al sitio del que vengo. No hagamos ruido, y que las piezas regresen solas a su lugar, como autómatas volviendo a casa en la penumbra. Recuperaremos a la reina. La naturalidad y el tiempo la traerán. Pero, de mientras, que los peones no se delaten.

Mías blancas, como siempre.







Tell me, is this where I give it all up?
For you I have to risk it all
Because the writing's on the wall

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