sábado, 14 de noviembre de 2015

Permanente


Su yo de hace cinco años está tras un cristal. No la oigo. No me oye. Sonríe al otro lado y me guiña un ojo. Tan feliz, tan invencible, con esa convicción de que podíamos levantar el mundo con los brazos mientras estuviéramos juntas. Golpeo el cristal con los puños y el vapor narra con su dibujo cómo imploran mis manos. Quiero avisarle, desde aquí, con mis ojeras y mis años cargados a la espalda. “Por favor, prométeme, por mi yo de antes, que no dejarás que se vaya, que sabrás amarla y no matarla. Para no matarse a sí misma a largo plazo mientras a ti te mata a corto”. 

Me gustaría arrodillarme ante ella e implorarle, exigirle, rogarle con mis manos tirando de su camisa  mirándole a los ojos. Pedirle que a pesar de todo, continúe, que yo lo haré por ella hasta el final, que no la abandonaré en ese laberinto oscuro en el que va a perderse, que seré su luz, pero le ruego que ella lo haga también después por mí. Con la prisa de alguien que está apunto de precipitarse a una eternidad en la nada, rasgaría el papiro del pasado para darle unos segundos, antes de que vuelva a entretejerse todo, para que se escape por esa fisura y nos salve. Entonces le pondría el mapa de nuestra historia en las manos, apretándolas con las mías y deseándoles suerte a sus ojos, mientras yo caigo en la oscuridad del nunca. 

Que aguante un poco más, que cumpla lo que firmó con su sangre, que no se pierda en el frondoso laberinto de los argumentos y las razones, que busque dentro de su corazón, que allí me encontrará y seré su refugio. Que me espere, que le prometo que volveré después de la tormenta. Que no deje que al regresar yo no encuentre más que la estampa del “demasiado tarde”, perfecta para llorar sola en la lluvia. De rodillas ante mi destino.

Aguanta por favor, amor mío, aguanta.

Pero el cristal es demasiado grueso, y la veo al otro lado haciéndome gestos, pretendiendo provocarme una sonrisa que me haga dejar de llorar. Ya que es inútil, me quedaré quieta, de pie, con las manos rendidas a las lágrimas y una sonrisa al ver de nuevo sus ojos verdes y lo guapa que estaba. Me dejaré sentir, la grieta, la contradicción temporal que nos impide comunicarnos, y, a pesar de la cual, llevo a la E de entonces en lo más hondo de mi corazón, allí donde solo cabe ella, para poder verla jugar, reír y disfrutar de lo que es solo suyo en ese momento. Viéndola con la conciencia de haber descubierto un tesoro del que se ha hecho dueña. Y poder regresar siempre que lo necesite a este cristal.

Así es como la recuerdo y así es como la llevo siempre conmigo, aunque no pueda volver a hablar con aquella chica de diecisiete años. Ni pueda romper mi futuro en un último beso con ella. 

No entiendo el presente. ¿Cómo puede esfumarse una montaña? Lo mismo nos ha pasado a nosotras. Tampoco sé nada del futuro, pero a mi chica de ayer le prometí mi vida. Se la entregaría otra vez. Estoy segura de que ella sí ocurrió, y eso me basta para enfrentarme a todo lo demás. La amo.
A ella jamás le negaría nada. Ni ella a mí. 

Prometo serte fiel, amado recuerdo.


I am lost, in our rainbow, now our rainbow has gone.
Overcast, by your shadow, as our worlds move on.
But in this shirt, I can be you, to be near you for a while.
There's a crane, knocking down all those things, that we were.

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